Desde 2001, la animación pastoral del Santuario de Nuestra Señora de Montligeon está confiada a sacerdotes de la Comunidad de Saint-Martin.
La comunità di San Martino al servizio della Chiesa universale
La Comunidad Saint-Martin fue fundada en 1976 en Voltri (Arquidiócesis de Génova, Italia) por el Padre Jean-François GUÉRIN, sacerdote de la diócesis de Tours (1929-2005). Asociación de derecho pontificio nacida a raíz del Concilio Vaticano II, reúne a sacerdotes y diáconos seglares que desean vivir su ministerio en vida común en un espíritu de fraternidad y disponibilidad al servicio de las diócesis de la Iglesia universal.
En 2000, fue reconocida por la Santa Sede como Asociación Clerical Pública de derecho pontificio, dependiente de la Congregación para el Clero, y los estatutos definitivos de la comunidad fueron confirmados definitivamente por la Santa Sede en 2008.
Actualmente, la casa madre y la casa de formación se encuentran en Évron (Diócesis de Laval). La comunidad tiene alrededor de un centenar de sacerdotes y diáconos, y otros tantos seminaristas.
La Comunidad de Saint-Martin al servicio del Santuario de Montligeon
La Comunidad de Saint-Martin ha estado presente en el Santuario de Montligeon desde mediados de los años 90. Primero vino a ayudar el entonces rector, Mons. André LECOQ, luego la comunidad se encargó de la pastoral del conjunto del Santuario. Hoy, 4 sacerdotes de la comunidad están al servicio de Montligeon: don Paul DENIZOT rector, don Guillaume d’ANSELME, don Alban DYEVRE, don Stéphane FERNANDES, don Thomas LAPENNE, don Martin VIVIES, capellanes.
Rectores del Santuario de Nuestra Señora de Montligeon
Don Paul PRÉAUX (2001 – 2010)
Don Rémi BAZIN (2010-2011)
Monseñor Jean-Marie LE GALL (2011 – 2015)
Don Jacques VAUTHERIN (2015-2018)
Don Paul DENIZOT (2018 -)
Una característica especial: la vida comunitaria
Como sugiere el mecenazgo de San Martín, la convivencia y la movilidad son las dos principales características de la vida de los miembros de la Comunidad. En el marco de las misiones, los sacerdotes y diáconos son enviados al menos de a tres, para vivir y trabajar juntos, en verdadera fraternidad, tanto espiritual como práctica. Esta vida fraterna tiene sus raíces en la oración común, especialmente en el oficio cantado juntos todos los días, la misa comunitaria y la vida cotidiana en la que el compartir las comidas ocupa un lugar importante.