«Me llamo Marie-Louise. Vengo del Loiret, pero soy originaria de Martinica». Marie-Louise, que acudió al santuario de Montligeon el día de Todos los Santos, confiesa que perdió a su marido hace dos años y medio. Sus cenizas están enterradas en Martinica. Al no poder presentarle sus respetos cerca de su tumba, decidió visitar este lugar único: «Es un gran santuario para los muertos, un lugar especial de oración.
Oración y ofrenda
Marie-Louise vino a Montligeon con su hermana para descubrir las celebraciones del Día de Todos los Santos. En su cultura, este día sigue siendo un momento culminante: «Para nosotros, el Día de Todos los Santos es inolvidable. Rezamos por todos los muertos, nuestros padres, nuestros hermanos y hermanas.
Para esta nativa de Martinica, el viaje fue un auténtico periplo: «Viajé a Montargis, luego a París, después cogimos el tren y el autobús con mi hermana. Pero cuando llegué, me dije que realmente había merecido la pena recorrer toda esa distancia». La fiesta de Todos los Santos en Montligeon adopta así la forma de una peregrinación concreta, en la que el camino se convierte ya en lugar de oración y ofrenda.
Una liturgia viva
En Montligeon, ha recuperado esta intensidad, pero bajo una nueva forma. Las celebraciones del Día de Todos los Santos en el santuario están marcadas por la oración universal por los difuntos y por poderosos gestos simbólicos. Marie-Louise recuerda vívidamente la procesión de las velas: «Cuando colocaron las velas delante del altar, me emocioné mucho. Me recordaba a Montargis, pero aquí era aún más grandioso.
La fiesta de Todos los Santos en Montligeon es algo más que una visita al cementerio. Se convierte en una liturgia viva, un momento de comunión con toda la Iglesia, visible e invisible.
Conectar con los muertos
Para Marie-Louise, venir a Montligeon tenía un significado especial. Su marido fue incinerado y sus cenizas están enterradas en Martinica. «Como no puedo ir allí con regularidad, Montligeon se ha convertido en un lugar donde puedo conectar con él y reflexionar», explica.
Esta experiencia revela una dimensión esencial del santuario: ofrecer un lugar de oración a las personas que no tienen una tumba accesible, o que viven lejos de sus difuntos. Montligeon se convierte así en una especie de cementerio espiritual, un lugar de recuerdo y consuelo.
«Aquí encontré mucho más que una misa. Hay todo un ambiente antes y después de las celebraciones que hace que sea una auténtica peregrinación», dice Marie-Louise.
Como María Luisa, ven a descubrir Montligeon como lugar especial de oración por los difuntos. Las Peregrinaciones del Cielo son una oportunidad para confiar a tus seres queridos al cuidado de los deudos, para experimentar ricas liturgias y para encontrar una esperanza viva en medio del dolor.